Hoy en día, todos sin excepción, hemos interiorizado la idea de que
el agua es vida. Pero recién en las últimas décadas empezamos a tomar conciencia de su escasez y riesgo de disminución global. A raíz de ello se están concertando políticas globales para revertir este proceso y poder asegurar el recurso hídrico para las futuras generaciones.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) plantea promover la utilización eficiente de las aguas residuales industriales y domésticas. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) está desarrollando
políticas para la gobernanza del agua
[1] formulando
principios rectores para la misma.
[2]
De conformidad con la base de datos de
AQUASTAT de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), obtenidos hasta el año 2010: el 97.5% del agua total existente en el planeta es salada, y el 2.5% restante, agua dulce. Asimismo, se calcula que cada año se extraen en el mundo unos 3928 km³ de agua dulce; y se estima que el 38% de dicha agua se consume en la agricultura, el 32% en drenaje agrícola y el 16% corresponden a las aguas residuales en forma de efluentes industriales.
Fuente: Base de datos de AQUASTAT de la FAO.
Como dato adicional, se proyecta que la demanda mundial de agua para la producción industrial aumente un 400% entre los años 2000 y 2050, mucho más que en cualquier otro sector.
[3] Por su parte, la OCDE a través del Informe
Evaluaciones del desempeño ambiental Perú precisa que las causas principales de deterioro de la calidad del agua son la falta de tratamiento de las aguas servidas, la contaminación industrial y minera, y el uso de agroquímicos.
Pese al “panorama gris” , surge la propuesta de considerar a las aguas residuales, industriales y agrícolas
[4], como un recurso valioso frente a la escasez de agua. Bajo esa perspectiva, la ONU, a través del
Informe Mundial sobre Desarrollo de los Recursos Hídricos 2017[5], plantea la gestión óptima del agua, considerando las diversas etapas de su ciclo: captación de agua dulce, distribución, uso, recolección, el tratamiento,
reutilización de aguas residuales y regreso al medio ambiente.
Dicho enfoque cambia el paradigma de la gestión de aguas residuales de
“tratamiento y eliminación” a
“reutilización, reciclado y recuperación del recurso”, permitiendo que las aguas residuales cobren importancia como fuente de agua alternativa y fiable. Un ejemplo puesto en práctica, es la reinyección de las aguas salinizadas al proceso productivo efectuadas por la industria de hidrocarburos.
Este nuevo paradigma, hace que sea un imperativo para los Estados afrontar la problemática del agua residual desde un punto de vista proactivo. Es decir, las considera parte de la solución a los desafíos que enfrentan las sociedades, tales como la sostenibilidad del abastecimiento de agua, el desarrollo económico sostenible, la sustentabilidad ambiental, entre otros.
En ese camino, es necesario determinar como prioridad el diseño de políticas públicas y mecanismos para promover la gestión de las aguas residuales, a través de reformas sectoriales. Un primer paso es la creación de marcos normativos claros, continuados por un instrumento de planificación de largo plazo.
Otro actor importante que coadyuva a la adecuada implementación de estas políticas es el sector industrial, con potenciales oportunidades para reutilizar el agua y recuperar los subproductos útiles. El punto de partida puede ser la creación de incentivos estatales que promuevan buenas prácticas empresariales alineadas, específicamente, a la reutilización y reciclado de las aguas residuales para recuperar la calidad del recurso hídrico.
En concordancia con lo advertido, el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF)
propone que el tratamiento de aguas residuales requiere mejorar su posicionamiento en la agenda social. Debe explorarse formas innovadoras de financiamiento, ya sea mediante alianzas con el sector industrial –potenciando la participación privada en un rol más estratégico, desde la transferencia de tecnologías y conocimiento– hasta la ejecución de contratos mejor concebidos de gestión o de concesión.
[6]
La confluencia de actores permite, encaminar a los Estados en el cumplimiento de la meta 6.3 de los
Objetivos de Desarrollo Sostenible[7] que propone mejorar la calidad de agua reduciendo la contaminación, eliminando el vertimiento, reduciendo a la mitad el porcentaje de aguas residuales sin tratar y aumentando considerablemente el reciclado y reutilización sin riesgos a nivel mundial. Entonces, cabe preguntar
¿cuáles son las propuestas y acciones que se plantea el Gobierno para lograr este objetivo? Esto es un tema de suma importancia para nuestro país.
*Este artículo se escribió en el marco del proyecto “Inversiones Sostenibles y la gobernanza del Agua (vertimientos y calidad de agua)”, con el apoyo de la Fundación Avina.
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