Escribe: Javier Torres Seoane
Como suele ocurrir cada vez que estalla un conflicto social- como Las Bambas (Apurímac) o Saramurillo (Loreto)-, diversos personajes y algunos medios de comunicación comienzan a desarrollar insólitas y absurdas teorías de la conspiración que anuncian nuevos estallidos en otras zonas donde también existen demandas sociales. Ellos se presentan como expertos, especialistas, analistas o consultores, y nadie sabe bien para quién trabajan ni de dónde salieron. Pero ahí están siempre dispuestos a dar una explicación a los conflictos.
Como los lectores ya deben saberlo, los "conspirólogos" muestran mapas de las zonas de conflicto, elaboran sabrosas biografías de los agitadores, que casi siempre han militado en algún partido de izquierda y tienen algún vínculo con las ONG, agitan la folletería de estas últimas, identifican a los teóricos del antiextractivismo, hurgan en las redes sociales de líderes y activistas, y van enhebrando relatos acartonados, donde "los malos" son quienes quieren frenar el desarrollo del país, y los "buenos" son los empresarios mineros cuya única finalidad en la vida es la prosperidad de todos los peruanos.
En esa suerte de "western" maniqueo, que nos ofrecen conflicto tras conflicto, la población es una suerte de comparsa, ni siquiera actores de reparto, sino simples extras que son arrastrados por los "malos", a una pelea que no entienden por su supuesta ignorancia y atraso. El problema es que casi siempre esos "extras" son los que ponen la cuota de muertos, pero eso es irrelevante para los "conspirólogos" que solo entienden de indicadores de crecimiento. Y que además se quejan de no contar con un Estado que funcione como en su "western" añorado, en el cual la Caballería siempre llegaba a salvar a los buenos, matando la mayor cantidad de indios que se le cruzaran en frente.
Pero los conflictos son mucho más complejos, como los grandes westerns del cine norteamericano, que los conspirólogos parecen no haber visto. Y la complejidad tiene que ver con las tensiones propias de cualquier proceso de desarrollo o modernización, donde hay quienes ganan y hay quienes pierden. Y donde todos los actores tienen diversos intereses, derechos y valores en juego. En los conflictos no hay extras ni comparsas, ni siquiera el conspirólogo que nunca pisó una comunidad campesina en su vida es un extra, y en el fondo aunque lo haga desde la comodidad de un set de televisión o desde su computadora es un agitador y un azuzador del conflicto.
Publicado en Lamula.pe
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