Hace unos días asesinaron al campesino Quintino Cereceda Huiza, una bala le atravesó el cráneo mientras defendía su futuro, y el de los suyos. Lo mató la bala de un policía. Dice el ministro del interior que andan buscando a los responsables, que los van a castigar. ¿Pero quién dispara realmente esa bala? ¿No son acaso el Estado y la minera los responsables de que esté en el arma ese proyectil? ¿Por qué pueden disparar? ¿Es acaso esa la única bala criminal?
No es el primer muerto en las Bambas, y son cientos los muertos en las últimas décadas en conflictos sociales. Nunca un ministro ha renunciado cuando matan a un ciudadano en situaciones similares, y me temo que tampoco lo hará ahora. Ni será sancionada la minera que contrató a la policía. ¿Dónde están los derechos humanos y su ministra? ¿Para qué sirve, si matan a un ciudadano en una manifestación y no dice nada?
Los muertos no solo mueren cuando mueren. Siguen muriendo cuando se les da la espalda, cuando los medios de comunicación los tratan como muertos ajenos, cuando los tertulianos los tratan como muertos “que algo habrán hecho para estar muertos”. Y Cuando eso pasa, los países mueren también poco a poco. Se van quedando en silencio, sin alma.
“Aquí estoy, sentada, en lo alto del cerro, junto al cadáver de mi esposo” dice en su lengua y entre llantos, la esposa del campesino asesinado. Y yo me niego a creer que no vaya a pasar nada.
Publicado por Lamula.pe
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