Juana aún recuerda a su hermano rogándole que no lo deje morir

Categoría: Derechos humanos, Medio ambiente, Minería

Huellas de la tragedia en Choropampa. El 2 de junio del 2000, un camión derramó 151 kilogramos de mercurio de propiedad de Yanacocha, en el centro poblado Choropampa. A 15 años de la tragedia, la gente aún respira un gran dolor.

Enviado especial a Cajamarca

El ex alcalde Vicente Zárate Minchán ha implorado a su hermana Juana y a sus vecinos, por favor, que no lo dejen morir. Es viernes y desde muy temprano ha sentido que parte del cuerpo se le adormecía. Lo van a llevar al hospital. Antes ha tenido vómitos y fuertes dolores de cabeza ¿Qué ha pasado para que este joven de 33 años llegue al extremo del adiós? Fue la tarde del 2 de junio del 2000 cuando los agricultores, mujeres y niños del centro poblado de Choropampa (Cajamarca) se enfrentaron a la emergencia del derrame de 151 kilogramos de mercurio.

El veneno era trasladado por un vehículo de la empresa RANSA, en balones metálicos viejos, sin las mínimas condiciones de seguridad, y fue regado a lo largo de 27 kilómetros de la pista. El mercurio era propiedad de Yanacocha.

Una cadena de actos negligentes principalmente de la minera Yanacocha conllevó a que la población, lejos de ser protegida, se expusiera en forma masiva a este recurso tóxico para tener luego síntomas y secuelas que no se han ido a 15 años de ocurrida la tragedia.

"Mariscos malogrados"

Tras el derrame, trabajadores de Yanacocha colocaron avisos en el pueblo en los que ofrecían comprar el mercurio por kilos. “Ellos estaban bien protegidos, hasta sus ojos con lentes, nosotros nada”, recuerda una pobladora.

Los niños fueron los más entusiastas: la coincidencia con la presencia de un circo en el pueblo hizo que se volcaran a las calles para recoger con sus manos el líquido plateado y así pagarse las entradas.

No pasó mucho para que niños y adultos empiecen a presentar vómitos y enronchamiento en la piel. Hubo un traslado masivo de pacientes al hospital de Cajamarca.

La más grave, la obstetriz Luisa Arribasplata Mestanza, quedó en estado de coma y en Choropampa todos aseguran que Yanacocha se hizo cargo de su salud, y también de su silencio: la profesional fue trasladada de Lima y nunca más se supo de su situación.

La incertidumbre fue coronada con una explicación hasta hoy recordada por los pobladores de parte del médico Luis Terán, entonces director del hospital de Cajamarca: “El doctor nos dijo que fuimos intoxicados por comer mariscos malogrados”, evoca Juana Martínez, del frente de defensa.

Secuelas a 15 años

En Cajamarca, hace siete meses nació un bebé con los intestinos expuestos. Podría tratarse de un caso aislado de no ser porque la madre, hace quince años, en el 2000, fue una de las niñas que participó en el recojo del mercurio.

Pilar Saavedra Saldaña tenía ocho años cuando salió a las calles a recoger el mercurio con la lengua, “porque pegaba más rápido”. Ahora tiene 27 años y a la dolencia en los riñones se suma el parto prematuro que tuvo por cesárea.

“Su bebé nació con los intestinos fuera”, insiste Flavia, madre de Pilar, quien, como la mayoría, cobró una indemnización de Yanacocha que hoy no le sirve ni para el consuelo.

Flavia asegura que todo se debe al mercurio. “Después del derrame, los de Yanacocha se llevaron los muebles, la ropa, la comida de mi casa, porque todo estaba contaminado con mercurio”, recuerda.

Existe información diversa sobre los efectos del mercurio. Los daños pueden ir desde las afectaciones a la piel hasta otras secuelas aún más graves como el daño a los pulmones y al sistema nervioso central.

No son pocas las personas que sufren hasta hoy dolores de cabeza. Otros han llegado a extremos: Rosas Álvarez Leiva también era niño cuando participó en el recojo del mercurio.

Con los años, la población vio cómo se volvía loco. “Empezó a caminar mal, desviaba su mirada. Hablaba solo. Su familia lo encerró y desde su ventana gritaba”, recuerdan. A los 25 años, el joven Rosas murió y su padre Santos Álvarez lo enterró en el cementerio de Choropampa, hacia donde llegamos junto con otros familiares de presuntas víctimas. Juana Martínez, del frente de defensa, asegura que este panteón ahora también alberga a gente que se murió de mercurio.

Faenón de Yanacocha

En Choropampa abundan historias sobre personas con dolores de cabeza. “A mi hijo parece que la vista le quiere reventar”, se lamenta una madre.

Pero hubo otro niño al que sí se le reventó la vista.

En las afueras del pueblo  vive Segundo Alvarado. Su pecado fue tener una casa al borde de la pista, por donde además pasa una canaleta de riego. “Yo vi que estaba brillando en el agua, pero no sabía que era mercurio”, recuerda.

Segundo usó el agua envenenada para regar su chacra de autoconsumo. Entonces tenía un hijo de casi un año: Joelito.

Para entonces, y ante la gravedad, Yanacocha había optado por comprar la justicia y la dignidad. Y se valió de sendos convenios de transacción extrajudicial con los pobladores. El acuerdo consistía en el pago de dinero a modo de indemnización. Lo más grave fue la inclusión de cláusulas en las que los afectados asumieron el compromiso legal de no iniciar posteriores acciones civiles o penales contra la minera.

“Por desconocimiento transamos con Yanacocha. Ellos tenían abogados, a nosotros no nos permitieron tener abogados”, recuerda Verónica Ruiz Portilla, quien tampoco olvida a una ex ministra que les exhortó a no buscar abogados.

No todos transaron y hubo una segunda etapa. La firma de abogados Engstrom Lipscomb & Lack de California recolectó firmas en Choropampa con el cuento de denunciar en Estados Unidos a Newmont Mining Corporation, dueña de Yanacocha. Pasaron ocho años y los abogados regresaron para entregar dinero a quienes dieron sus firmas, bajo el argumento de que habían ganado.

El dinero fue entregado bajo el manto del secretismo. El acuerdo de transacción incluía una cláusula que textualmente dice: “No diré a nadie cuánto dinero he recibido”.

Tanto dinero repartido no sirvió para curar a personas afectadas como el niño Joelito. A los ocho años el pequeño fue trasladado a Lima. “Era una desesperación por el dolor de cabeza que tenía”, recuerda Segundo, su padre, mientras muestra una foto del niño con los ojos sobresalidos. Segundo cobró la segunda indemnización cuando su hijo Joelito ya había muerto.

Abandono

Juana Martínez, presidenta del frente de defensa, encabeza otro grupo de pobladores que hasta hoy tiene una contienda legal con Yanacocha. “Nosotros no tenemos ayuda ni del gobierno ni de Yanacocha, la empresa que nos ha envenenado”, se lamenta, mientras visitamos el puesto de salud donde hay tres personas contratadas por Pacífico Seguros, en virtud a un seguro asumido por la minera Yanacocha.

Tal seguro hoy no les sirve, pues el horario de atención del personal fue reducido. “Los medicamentos especializados que antes enviaban también se han reducido a medicinas genéricas”, denuncia la responsable del puesto, Elvia Delgado.

Impunidad

La Defensoría del Pueblo denunció en su informe 62 la secuela de actos negligentes desde el Ministerio Público y el Ministerio de Salud que impidió que los responsables de Yanacocha comparezcan penalmente ante la justicia.

En el reino de la incertidumbre, por aquellos días apareció en Choropampa la entonces ministra y hoy congresista Luisa María Cuculiza a pedir que no contraten abogados y prometió que Fujimori se iba a “encargar de que nadie quede enfermo”.

—¡Yo no les miento!, ¡bien difícil que una mujer mienta!, ¡y me moriría de vergüenza estar hablando tonterías! —gritó, a su estilo, Cuculiza.

Pasaron los años y el ex alcalde Vicente Zárate Minchán  fue evacuado de Choropampa rogando, por favor, que no lo dejen morir. En los días del derrame era auxiliar de la escuela y allí había pedido a los niños que le entreguen el mercurio para devolverlo a Yanacocha. “Ni las pastillas más caras que le dieron ayudaron a que expulse el mercurio”, recuerda su hermana Juana Zárate.

El ex alcalde fue evacuado y, a los pocos días, en octubre del 2008, dio el último aliento. Murió de una parálisis similar a la que sufre el Estado, cómplice silencioso de la negligencia y la impunidad.

Gerente de Yanacocha sostiene que ya no hay problemas de salud

En Cajamarca, el gerente de Yanacocha, Javier Velarde, deslizó ante los medios locales la idea de que en Choropampa actualmente ya no hay problemas de salud como consecuencia del derrame del mercurio, y puso como evidencia el hecho de que los pobladores no hacen uso del seguro.

Distinta es la versión de los pobladores del lugar que señalan que no acuden al puesto por la mala calidad de la atención y por la reducción de medicinas.

Velarde sostuvo además que cualquier persona que se pueda sentir afectada puede hacer uso de aquel seguro. Sin embargo, Juana Martínez, del frente de defensa, sostiene que el seguro es solo para las personas registradas en una lista.

En otra comunicación enviada a La República, voceros de Yanacocha mencionan que no hubo recorte de medicamentos en Choropampa, versión que no es compartida por la jefa del puesto de salud, Elvia Delgado.

Transacción con condiciones

El pago de dinero a cambio de la renuncia a posteriores acciones legales. Esa fue la estrategia de Yanacocha para silenciar el escándalo del envenenamiento.

Dato

Ante la gravedad, Yanacocha había optado por comprar la justicia y la dignidad. Y se valió de sendos convenios de transacción extrajudicial con los pobladores.

Diario La República

 

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