Por: Carlos Sandoval
LAMULA.PE
Las balas resonaron y la sangre manchó la tierra verde. Los rostros se tiñeron de ira y la indignación despertó el coraje ancestral, profundo, de un pueblo que levantó lanzas para impedir la destrucción y la muerte.
Se enfrentaron a un leviatán armado de fusiles, jueces y prensa. Se levantaron con la nueva mañana y marcaron nuestra historia como sólo el pueblo lo sabe hacer: con coraje, con dignidad. Bagua se convirtió en sinónimo de matanza, pero también de CORAJE.
Mientras algunos idealizaban la lucha, dándole un significado ecológico, el campesino indígena la volvía real y profunda: “Defensa de la tierra para vivir, para comer, para no morir”.
Mientras distraían nuestra atención en el parlamento; el campesino, con su propia iniciativa, se enfrentaba al monstruo y lo derrotó. Sí, lo derrotó, porque ese acto sirvió a muchos para despertarnos del letargo, de la eterna ilusión jurídica del “diálogo”, la “ley”, los convenios internacionales y nos mostró el duro antagonismo social, aquel donde el Poder del dinero se encuentra por encima de la razón, de la constitución y demás documentos.
El Estado mató cuerpos, incineró cadáveres, pero no desapareció el ejemplo; y eso es, precisamente, lo que temen, eso les aterroriza a los explotadores: Que el campesino forme ejemplo de lucha, que genere héroes, que despierte la dignidad, que produzca victorias. Por ello quieren sepultar a los sobrevivientes en las cárceles, en el silencio, en el anonimato. ¡No lo permitamos! Lo ocurrido no debe ser olvidado, debe ser recordado y superado. ¡Guardadlo en nuestra memoria! y tenerlo presente, porque mientras nuestro país mantenga una economía primario-exportadora, dependiente del consumo de los países industriales, ocurrirá nuevamente…
¡No más muertes para mantener una atrasada organización económica!
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