PANDEMIA: LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES ES UNA PANDEMIA EN NUESTRO PAÍS

Categoría: Derechos humanos

Cajamarca, el jueves 22 de febrero 2018.
Redactado por: Rocío Silva Santisteban

La violencia contra las mujeres es una pandemia en nuestro país. Eso debemos asumirlo entre todos. Hablamos de una frecuencia altamente dañina, tóxica, mortífera. Las mujeres en el Perú estamos muriendo; somos violadas sexualmente desde niñas por nuestros propios padres; somos amenazadas en la calle y luego violadas y asesinadas; somos seducidas siendo preadolescentes por nuestros maestros en quienes confiamos; somos golpeadas por nuestros maridos; somos ninguneadas por la policía nacional que duda de nuestras denuncias; somos humilladas permanentemente por un Poder Judicial que desacredita nuestros testimonios. Y somos consideradas exageradas, despechadas, locas, dementes, brujas, feminazis solo por luchar y exigir lo justo.  

La última sentencia en el caso Arlette Conntraras – Adriano Pozo lo recontra-confirma: los jueces se han negado a ver lo evidente: el arrastre de los cabellos por varios metros; los gritos e insultos y la violencia ante las cámaras del hotel que han constituido el caso que gatilló la marcha multitudinaria #NiUnaMenos del 13 de agosto del 2016. 

He leído la sentencia y el testimonio del acusado es grotesco. Se trata de una amalgama de justificaciones machistas a su accionar del calibre de “ella entró en cólera e ira desproporcionada e ilógica” (¡él la arrastra del cabello por el suelo pero la ira de ella es desproporcionada e ilógica!); que era ilógico que él quisiera violarla “porque el día anterior habían tenido relaciones sexuales en cinco oportunidades” (¡el objetivo de la violación sexual no es tener sexo sino ejercer poder! Ahhh… y que quedé claro que es muy viril, además).

“No pensaba forzarla a tener relaciones sexuales ya que era su enamorada” (¡¿desde cuándo esa es una razón para que miles de violadores no violen?!); “se encuentra arrepentido y avergonzado, por haberle jalado de los cabellos, ya que tiene una madre y hermana…” (¡¿los hombres deben de respetar a una mujer porque ellos, sí, ellos, tienen parientes mujeres?!); si su intención hubiese sido “matarla o violarla tranquilamente en ese momento hubiese cometido ese acto, pero no le agredió, no le tiro ninguna patada, puñete, solo insistía en hablar…”, es decir, porque no la masacró no quería matarla ni violarla; la arrastró de los cabellos porque quería “dialogar”.  ¡¿Los jueces esperan tener un cadáver pare hacer justicia?!  

No me compete hacer un análisis de la calificación de las pruebas ni de lo que han concluido los jueces; otros lo han hecho mejor que yo. Solo he analizado la declaración testimonial del perpetrador para identificar que, debajo de esas excusas, hay una ideología que permite justificar las agresiones. Esa ideología es el machismo que, como lo hemos señalado mil veces, es un sistema de pensamiento que produce acciones brutales, violentas, asesinas. La pandemia es multicausal pero se desata por el machismo y sus usos legales. 

La impunidad es la otra pata de esta balanza desequilibrada que nos lleva al abismo a todo motor. En el fondo de ese abismo podemos mirar los cadáveres de Jimenita; de la cantante folclórica Vilma Cruz Pinedo; de Yubitza A.L. asesinada en Arequipa por el médico Rubén Valera; de la suboficial de la policía Gianelly Coronado (21) asesinada por un mayor en Chiclayo; de Joselin Herrera, asesinada dentro de la Escuela de Policía de Cajamarca y cientos de otros cadáveres sembrados y regados con impunidad.

Fuente: La República

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