La República: Máxima y Ollanta

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Editorial de La República

Reconocimiento ambiental mundial y condena implícita al Perú.

Nuestra compatriota la cajamarquina Máxima Acuña acaba de recibir el Premio Goldman 2016, el más importante galardón mundial que reconoce la defensa de la naturaleza y el medio ambiente. En la ceremonia de entrega realizada en el Centro de Comercio Internacional Ronald Reagan de Washington (EEUU), fueron también premiados activistas de otros continentes.
 
Este reconocimiento es un motivo de alegría, orgullo y reflexión. Máxima es una humilde campesina enfrentada a la compañía Newmont Mining Corporation, una empresa minera propietaria de una concesión estatal para la explotación de oro en un área que se superpone a la casa y terrenos de la familia de Máxima. El lugar en disputa se encuentra en los accesos de una de las lagunas, la Laguna Azul, que Newmont pretende usar como depósito de los desechos del proyecto minero Conga. El año 2012, una comisión de peritos internacionales contratados por el gobierno recomendó conservar precisamente esa laguna.

La disputa legal entre Máxima y la empresa ha sido dura. La campesina ha salido airosa del litigio demostrando que es propietaria de los terrenos desde 1994. A pesar de ello es hostigada violentamente para que abandone sus propiedades. Ella es uno de los escollos para que las lagunas de Conga sean utilizadas por el emprendimiento minero; la hostilidad ha sido intensa y extremadamente abusiva. Ahora mismo, luego del reconocimiento internacional obtenido, ella sigue siendo atacada por portales digitales alquilados para la agresión.

Máxima ha sido golpeada, insultada, llevada a los tribunales acusada de usurpación, y su casa y propiedades atacadas y destruidas varias veces. La empresa ha llegado al extremo de vigilar su casa con drones. En enero y febrero del año pasado, policías de la DINOES y miembros del equipo de seguridad de la empresa allanaron su casa y en la última de las incursiones destruyeron la ampliación de su vivienda edificada en respuesta a las lluvias.
 
El silencio del gobierno sobre los abusos contra Máxima es vergonzoso. Su abnegada defensa de las lagunas y su disputa legal en inferioridad de condiciones no ha merecido una sola palabra de aliento de los ministerios de Justicia y Ambiente, y las agresiones en su calidad de mujer han sido ignoradas por el Ministerio de la Mujer, presto a las cámaras en otros acontecimientos.
 

Es indignante y al mismo tiempo una lección pública que el presidente Ollanta Humala se sienta orgulloso de participar, en la sede de la ONU en Nueva York, en la firma del Acuerdo de París, un pacto mundial cuyo propósito precisamente sea defender el ambiente, a pesar de que él, personalmente, consintiera con su omisión y avalado con su silencio el acoso de una compatriota que con mejor autoridad moral podría haber representado a los peruanos en ese acto de las NNUU. Esta brecha entre lo que dice y se hace es tan inmensa que hasta ahora el gobierno no ha saludado oficialmente a Máxima por tan importante premio.

 

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