Declaraciones de Mirtha Vásquez sobre la violencia de género que sufre por su labor de defensora

Categoría: Derechos humanos

FOSPA Comunicaciones

VII Foro Social Panamazónico. Tarapoto.-

Mirtha Vásquez, abogada de la institución  Grufides y defensora de Máxima Acuña ante los intentos de la minera Yanacocha de despojarla de su territorio, y de otros comuneros criminalizados en Cajamarca, es una mujer que también vive múltiples formas de violencia por el rol que está asumiendo y que tienen la finalidad de neutralizarla. Sin embargo no se desanima aunque es consciente de los riesgos para ella y su familia.

Esta valiente abogada sustentó en el Tribunal Justicia y Defensa de los Derechos de las Mujeres Panamazónicas y Andinas realizado en el VIII  FOSPA-Tarapoto, el caso de Máxima Acuña quien sufre el sistemático acoso de la minera en una estrategia que busca el aislamiento de su cuerpo individual y colectivo, operando para que se rompan los vínculos con su entorno, inclusive los más cercanos.

Pero no es solo Máxima quien es violentada sino también Mirtha Vásquez. Sobre ambas se enfila una maquinaria de la minera que impacta directamente sobre sus cuerpos al atacar aspectos de su intimidad, dignidad y autonomía sexual, evidenciando –ante la omisión e indiferencia estatal- el abrazo estrecho entre capitalismo extractivista y patriarcado, tal como señaló María YsabelCedano, directora de la institución Demus, ante el Tribunal.

Aquí un breve testimonio de las violencias hacia Mirtha y cómo se mantiene en sus apuestas en un clima de acoso infernal sin que las autoridades actúen protegiéndola pese a las normas existentes para  prevenir, sancionar y erradicar la violencia de género.

“El acoso es de hace tiempo. Hace 15 años que me dedico a la defensa de las comunidades, peleando en contra de los intereses de las empresas mineras.Eso ha provocado actos de agresión hacia mi persona que tipifican como violencia de género. Los hechos han venido de la empresa por intermedio de algunos de sus funcionarios y de sus aliados o gente que se convence de sus campañas.

Recuerdo que una vez me sembraron un hombre para que me enamore, para desprestigiarme, fue en el 2008. Fui a un bar y se me acercó un hombre a hablarme y desde allí estuvo constante detrás de mí, pretendiéndome. Felizmente que no hubo ninguna relación y después se demostró que era un espía como parte de las estrategias que se han usado contra mí. Pese a las denuncias que interpusimos el caso se denegó y  fue archivado.

También he recibido ataques de la prensa local, de las redes sociales. Son los que califican a Máxima y a mí como mentirosas, putas y otros apelativos. Están también los troles que repiten y otra gente que lo redistribuye. Cuando veo en el Facebook lo que se dice de mí me enferma, hablan de mi cara, de mis pechos, que si soy rica o no soy rica, que lo que hace falta es que alguien me tire bien.

Ahora estoy casada, tengo dos hijos de cinco y tres años, están pequeñitos y no se dan cuenta de lo que estoy viviendo. Para mi esposo es muy duro. Hay periodistas que se ocupan de mí todo el programa, pero no sobre el conflicto, sino de mi persona, que les  gusto. Nos vimos afectados por esa situación. A veces él quiere reclamar, pero lo detengo aunque me da miedo, todo tiene un límite.

Cuando hablan de mí es para decirme terrorista, feminazi. No es fácil sobrellevar esta situación, me afecta mucho. Con ayuda de las compañeras de Demus llevo terapias.

La empresa no necesita apretar un gatillo, cualquiera puede hacerlo. Nosotros no podemos salir a la calle porque nos agreden. Vivo en aislamiento al igual que Máxima. A ella la atacan sus propias vecinas. Ella dice, “gracias a dios que no sé leer” porque de esa manera no ve todas las cosas que se dicen de ella en los diarios, la propaganda, las redes.

(Mirtha interrumpe sus declaraciones cuando se le acercan las mujeres de Celendín quienes la abrazan con mucho cariño, le agradecen por apoyarlas. Ella responde: nos apoyamos juntas, con una sonrisa y el mismo afecto).

Esa es la valentía de las mujeres, yo recibo mucho respaldo de la gente más humilde, me acompañan, pero la ciudad es un infierno. Mis amigos de la infancia con quienes crecí ya no me hablan, la familia está dividida. Eso ha logrado la minera. Mis padres me apoyan y hasta mis hermanos, pero el resto no, el clima es de desprecio.Intento llevar todo esto con ayuda sicológica y terapia.

Sin embargo lo que estoy pasando no me desanima de mi lucha, he desarrollado mucho coraje, me he vuelto muy valiente, soy feliz con lo que hago, pero me preocupa la seguridad de mi esposo, de mis hijos.

He presentado denuncias ante el Ministerio Público por violencia de género, pero las han declarado inadmisibles, dicen que los hechos no configuran como tal. Vamos a seguir peleando, vamos a insistir. Es horrible que en este país no se procesen estos delitos, que no se acepten  y que no se proteja a las mujeres”.

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